Dime... ¿Acaso tienes tu también una reflexión poético-filosófica sobre limones, mazapanes o tortas enchiladas con carne?, ¿Por casualidad sabes o presientes las razones dichosas de las lechugas en su pleno frescor?, ¿Te inquieta e intriga la exacta metáfisica matemática del fractal en la coliflor?
Siendo así, cuéntame y la sumamos a las mias, por leerlas, por divertirnos, por entender tanta cosa extraña y maravillosa que ocurre en el universo.

domingo, 24 de mayo de 2009

El Arte de Cortar Cebollas

Me caí y lloré por largo rato.
Luego comprendí que los adultos no lloran por daño,
ellos lloran de tristeza, de rabia, de cebollas...
y yo quería ser adulta, por eso,
y porque no me vieran,
me sorbí los mocos,
me levanté y me fuí.
Susana Tobalina


A las cinco de la tarde de un día cualquiera, Margarita aprovecha su costumbre de hacer una cena exquisita, para pelar las muchas cebollas que exige la sopa de cebollas con pollo que da al esposo esa misma noche a las siete y media. Pancitos calientes refrescados con mantequilla de ajo y un te frio de ginger con naranjas y miel. Lechugas primorosamente puestas en la mesa acompañan la cena. Mientras va pelando las cebollas y en lo que se demora el ginger por una parte y el pollo por otra en hervir, a ella se le chorreen todas las lágrimas que tiene guardadas de hace unos quince días atrás. Precisamente porque hace quince días que los platos que prepara son prolijos en ajos, vinagres, pimientos y leches, pero nada de nada de cebollas, o una que otra, muy menuda y que solo alcanza para dos o tres lánguidos lagrimeos, hoy la cena es sopa de vísceras de pollo con cinco cebollas de buen tamaño, violentamente desnudadas de sus pieles mas duras y reducidas a delicadas rodajas que se precipitan desde ellas mismas por fragilidad e inconsistencia. Margarita puede gemir, berrear, chillar y quejarse con toda gana, ahora con las cebollas en sus manos. Margarita, sin que nadie te sospeche llorona, lloras un río.

A las seis y unos tres minutos Margarita ha terminado de llorar y siente un alivio tremendo. Ha terminado de pelar, cortar y hervir las cebollas que han quedado mas delgadas ahora cocidas, casi trasparentes. El pollo ha bullido en sus jugos intestinos y mas ajo, sal, cebollín valiente del que no hace llorar y primo de la cebolla cabezona que es una chilletas, pimienta y algunas vísceras, lista está la sopa.

A las siete y veinte sirve la sopa al marido junto con el pan refrescado con mantequilla de ajo y cilantro, el té enfriado con cubitos de hielo de agua filtrada y las lechugas adornadas con queso de cabra, nueces y miel. El hombre se come todo como quien no se entera de que hace y distraídamente va inventando pequeños gestos de complacencia cuando se mete los bocaditos en la boca y, si le parece muy rico, un bocadote, en un proceso con variación musical hasta finiquitar la cena. Margarita lo mira con impaciencia para ver que pasa. Finalmente al marido se le escurre la primera lágrima, tímida, remisa, sin ningún asomo de valentía en sus curvas y de trayectoria perdida entre el bigote del hombre. Detrás de esta vienen otra y otra más. Luego una lágrima segura de sí misma, redonda y contundente cae sobre la mesa del comedor, para de allí en adelante regar sobre el mantel una pequeña catarata que demora unos tres minutos en agotarse, pero naturalmente abundante como fuente de un rió primerizo de alta montaña. Se recobra el hombre y ahora con llanto reposado y escaso le pregunta a su esposa; “¿cuantos días fueron?”. Ella contesta muy segura: “Cinco cebollas, una por cada tres días.”

A las diez y media se acuestan emparejados y muy descansados los dos, con ambiente de reposar, si se puede, más todavía esta noche y hasta el amanecer. Se duermen ahora tranquilos y se levantan igual, pues por mas que a uno de los dos se le olvide llorar aunque sea una vez durante quince días consecutivos, quince largos días
con largas noches llenas de sueños intensos, de recuerdos, días vívidos, días de calles repletas de gentes como peces coloridos y pájaros de distintos pelambres, ciudades, naciones, culturas, diferencias, parecidos de espejo, lunas, estrellas, galaxias, dioses y demonios que acompañan la vida de uno mismo y de todos los vecinos, siempre, pero siempre habrán cebollas que cortar y llorar para hacer sopas de pollo a las diez, a las tres o las cinco de la tarde.

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