Dime... ¿Acaso tienes tu también una reflexión poético-filosófica sobre limones, mazapanes o tortas enchiladas con carne?, ¿Por casualidad sabes o presientes las razones dichosas de las lechugas en su pleno frescor?, ¿Te inquieta e intriga la exacta metáfisica matemática del fractal en la coliflor?
Siendo así, cuéntame y la sumamos a las mias, por leerlas, por divertirnos, por entender tanta cosa extraña y maravillosa que ocurre en el universo.

viernes, 18 de marzo de 2011

No solo de pan vive el hombre: Ducha de palabras

Cuando no dibujé por unos meses, me llovieron palabras.

Ocurre que a veces mientras me ducho, me doy cuenta que además del mugre diario que me friego con una estrella de mar hecha de espuma, tengo conmigo y bajo el agua que cae de la regadera palabras y más palabras. Puedo decir que son cientos de palabras rondándome en mi desnuda desnudes e indefensión de mientras me baño y no puedo entonces hacer grandes cosas por esta causa. Son cientos, que son tal vez miles, no lo sé, pues inestables no me dejan contarlas y, mientras me baño con tantas palabras a mi alrededor, empiezo a sentirme nerviosa, a preocuparme por mi integridad desnuda que se ve amenazada por estas flores indeseadas, aves de mundos gramaticales y sintácticos, de quien sabe que enigmas, ahora rondándome, acosándome, agobiándome. Pero he de decir también que sé conservar la calma, no en un principio, sino mas bien en un momento dado, cuando en su apoteósica aparición llegan al sumo, al máximo, al colmo de su fracasada y mojada vida de ser palabras agobiadas por mi estrella de mar hecha de espuma que también les saca el mugre diario. Es así, como no cabiendo ya en la ducha, ellas y yo, así ellas y yo estemos tan desnudas y por supuesto, ninguna de nosotras lleve cartera con afeites ni apliques femeninos, espejitos, ni colores para labios y mejillas y otros tesoros impronunciables; es entonces que con el jabón las aliso y con el aguan las entibio. Las doblego en su cobardía de aparecer sin invitación, donde nadie pudieras escribirlas. Libero de su desatino a las mas volantonas y convencidas, seduzco con torpe maña a las indecisas irresolutas de siempre y convido, finalmente unas y otras con amabilidad sonreída y cara de nunca te haría mal, a otra vida mas prospera allá afuera. Sobre el sofá tal vez, cuando converso animadamente con la vecina que llega de visita. Cuando son de amor las palabras, con mi amor, o cuando son sensuales y elocuentes, tan calientes como el agua que me moja, explico con detalles que bien podría contarlas a la mujer de bronce que monta un toro en la estatua que he visto en un parque al regresar una tarde a casa.

Sin embargo, ocurre que no es esa mi agonía, ni la suya propia, no es ese querer que la visita sea correcta, ni que todo circule en un doblegado cauce de palabras que van y vienen en una optimista y entretenida conversación conmigo misma o con alguien más. No.

¡No, por dios!.

Ocurre que las quiero pero a mi manera, que las acepto, pero a mi manera, que me entero de ellas pero a mí manera y que de esta manera es como las oigo y que de esta manera es como cuando me hablan, sé que me están diciendo.

Ocurre que apaciguadas y mansas, porque quieran o no, yo con mi tratamiento las he domesticado y ellas, obligadas a su buena fe de palabras de diccionario, se han asentado en el fondo de la ducha porque antes se habían mojado, restregado y limpiado como yo de su insignificado y están listas para salir, ahora si. Están listas para salir a bailar e inventar en orden acompasado, inspiradas y elocuentes, hermosas y soñadoras. Están listas para aflorar fuera de la ducha peregrinas y retruécanas. Están listas para ser sus propias palabras.


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