Dime... ¿Acaso tienes tu también una reflexión poético-filosófica sobre limones, mazapanes o tortas enchiladas con carne?, ¿Por casualidad sabes o presientes las razones dichosas de las lechugas en su pleno frescor?, ¿Te inquieta e intriga la exacta metáfisica matemática del fractal en la coliflor?
Siendo así, cuéntame y la sumamos a las mias, por leerlas, por divertirnos, por entender tanta cosa extraña y maravillosa que ocurre en el universo.

domingo, 26 de julio de 2009

Caperuza de Cerezas en Deseo de Selva Negra.

Para el bizcochuelo
4 huevos
2 tazas (400 g) de azúcar
2 ½ tazas (350 g) de harina con polvos de hornear
1 taza (240 ml) de leche, caliente
50 g de mantequilla derretida
6 pastas medianas de chocolate amargo
2 cucharadas de leche extra.


¡Maldito Lobo!, acostumbrado al Chucrut, ¿Qué sabe él de la crema de huevo con caramelo o las tortas esponjosas con jarabe de ron que hace mi abuelita? Este infame creé que con su Selva Negra me convence de algo… le sospecho aficiones extravagantes con su acento fuerte y nasal. Le sospecho una cocina tosca, campesina y ordinaria. Le imagino adobando la carne y tocino para las Rothwurste… aunque en honor a la verdad con una buena mostaza Dijon se dejarían comer. Pero rabio al pensar que este glotón brutal me pretenda dulce entre sus dedos. ¡¿Acaso conoce la elegancia del hojaldre, ligero, dorado y crujiente?!¿O los rellenos y guarniciones de farsas diversas como imaginaciones se tengan? Te odio lobo bruto con la emoción de quien conoce el punto de boucheés y volovanes porque ignoras qué son mis palabras, porque no me conoces, porque no me sabes.

El Relleno
½ litro de crema de leche
100 grs. de azúcar
1 copita de Kirsch (licor de cerezas)

aproximadamente 20 a 25 cerezas rojas como la sangre e indiscutiblemente agrias.

He aquí que este es mi amor, urdido en una torre verde cuya raíz es una montaña perdida entre el gris de comercios de autopista y el nuevo Kentucky frito hormonalmente inflado que desgraciadamente me obligo a comer en el vertiginoso ritmo de mi soledad. ¿Puede un hombre ser un lobo y hablar con palabras de enamorado? ¿Se permite ser lobo todavía del verde, todavía de este oscuro lugar del corazón o ya está todo perdido? …Ella mira como si las cosas se pudieran tocar desde esa distancia. Expresa con sus ojos que los átomos, por ejemplo dos, en cualquier lejanía de tiempo están allí desde siempre en un solo latido uniforme y armónico, explicando el detalle de las cosas que se pertenecen las unas a las otras. Me mira a mí o al relleno del pato con deseo goloso entonces el mundo es una revelación. Jonás fue devorado por la ballena y quiero que sea claro que aunque devore la carne de esta mujer, el consumido voy a ser yo. Así, me desnuda y descubro humano, me temo incestuoso de quererme dentro suyo, como si con esa detenida observación no me hubiese declarado que fue mi hermana primero, mi hermana humana que acabo de ver en la calle. ¿Pero no es acaso esto el amor? También quererla con la fuerza de mis brazos y espalda y desearla gimiendo y suplicante bajo el peso de mi cuerpo. O levantada entre mis manos mientras la convierto en mi cobija y yo, por obra de esta magia arbitraria de su deseo y mi amor, convertido en su árbol y sombra, en su amigo, padre, hermano e hijo. Yo, el amargo y solitario ahora derretido y esponjado en sus dedos.

Preparación
En un bol batir los huevos con el azúcar hasta lograr una crema esponjosa. Derretir a baño de María el chocolate con la mantequilla y unir al preparado anterior. Incorporar la harina tamizada poco a poco. Verter la mezcla en una tartera forrada con papel enmantecado y cocinar al horno suave durante 45 minutos. Controlar la cocción retirandolo del calor cuando se note una ligera costra en su superficie.


Nos hemos encontrado en cualquier parte de esta ciudad bullosa pero absolutamente muda. A ella me gustaría verla mirando los riachuelitos que se burlan de las personas cuyas pretensiones vienen dentro de palabras de poder absolutamente carentes de vibración y sonido. Me gustaría verla sonreír en silencio con el viento en la cara y los ojos entrecerrados al detallar lo que esconde la perfecta sombra de la luz en el interior de la selva. Allí mismo me la comería. No dejaría ni una miga para el pájaro que ha perdido el camino y yo, con mis dedos hormiga, recogería y llevaría todos los restos para la casa que le he hecho en la profundidad de la tierra. Para abastecerme y tenerla risueña e intensa este y quién sabe si otros inviernos mas.

Nota: Con tiempo se prepara la mermelada de cereza que debe tener un lejano algo agrio. Se usa el cedazo para limpiar el afrecho de la cereza y se diluye en un poco de almíbar y unas tres o cuatro cucharadillas de kirsch.

Estoy absolutamente perdida. He probado su Selva Negra con la imprudencia de acompañarla con una taza de chocolate en la que se ahogaba un chorrillo de whiskey. Había frío de ciudad, yo estaba inconclusa, fue mi excusa. El chocolate profundamente negrísimo sabía mundos ideales, universos a los que van las cosas cuya existencia entre nosotros es la sombra de su luminosidad idealmente natural… estaba toda esa achocolatada oscuridad legitimando la platónica caverna del mito. Se me escapó todo en la punta de la lengua, porque además de una profunda certeza, nada más sabía yo, ni siquiera de qué era la verdad o adonde conducía. Mis ojos se desbordaron en dos gotas. Ese dulce me dolía el alma empezándome a fastidiar hasta que sin más, en el punto en el que la cuchara retorna a la mesa, llegó desparpajado el fresco agrio de la cereza como una sonrisa intima y profunda, volando como un petirrojo, ligerísimo, feliz. Yo me lo comí y ya no pensé en azucares, natas y leches de la Selva Negra. Fue todo gozo en su entraña. Placer oscuro y nocturno, perdido y dulce. Amable y de enormes y bellas manos campesinas subyugadas ante la noche del alma y mi sentir revelándonos su infinito de estrellas.

No he de esperar por el cazador, lo haré con mis propias manos todo el fin de semana. Mi abuela se las podrá arreglar con la tarta de ciruelas que le dejé desde el lunes... ella sabrá entender.

4 comentarios:

  1. Es que una Selva negra si un buen lobo no es aventura para ninguna cocinera que se precie de buena cocina.

    jlg

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  2. Linda ilustracion y deliciosooooooooo texto.

    Yasmin

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  3. :)
    Para mi este escrito es un poco atrevido en el sentido de poner voces diferentes. Yo soy sobre todo dibujante y a veces escribo desde la timidez. Que bueno que les gusta!! es motivacion y deseo de atreverme a mas!, No tengo tildes, me perdonan chicos.
    Gracias por pasar por aqui.

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  4. Cerezas rojas como la sangre e indiscutiblemente agrias... lo que aquí tienes Claudia es un restaurante donde se alimenta a los ojos y a los oídos, y como todo alimento, reconforta al alma. Permíteme felicitarte; qué bien creas con tu tinta imágenes y letras.

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